Dedicada a: Pedro Linares y sus alebrijes

 

El año 36 corría

y Pedro, gran artesano,

una enfermedad padecía

que lo llevó a otro plano.

Su estado era inconsciente,

nadie sabía su causa.

La muerte parecía inminente,

pero se mantenía en pausa.

La Parca contenta decía:

“Ya mero me lo llevaré”.

A pie de su cama dormía

“Todos los días vendré”.

Don Pedro se resistía,

le hablaba desde su sueño.

Le decía: “amiga mía,

de mi vida yo soy dueño”.

Catrina estaba asombrada

por su auténtico valor.

“Debo estar equivocada,

este hombre no tiene temor”.

“Soy artista mexicano,

Tengo una gran misión:

Llegar a ser un anciano

que comparte su pasión”.

Calaca perdió las batallas

y don Pedro se sanó,

pero al ver que tenía agallas,

un regalo le mandó:

En sus últimos días enfermo,

la Flaca llamó a unos amigos.

Vivían en territorio yermo,

de la vida eran testigos.

“Alebrijes” les llamaban.

¡Eran seres sin igual!

Su fisonomía cambiaban

de una manera especial.

Eran criaturas mezcladas:

Un león con cabeza de perro,

a veces un burro con alas

o un gallo con un solo cuerno.

El obsequio de la Muerte

fue mandarle inspiración.

Y Pedro armaba su suerte

con alebrijes de cartón.

Se hizo famoso en el mundo,

inculcando tradiciones.

Su vida tomó otro rumbo,

haciendo historia con sus dones.