Dedicada a: Itzcóatl
Y estaba “el Itz” concentrado,
laborando sin parar.
Había mucho trabajo
y largas cuentas por sacar.
De pronto en la amplia ventana,
dos sombras se ven pasar:
Era la Parca y su hermana,
que venían de un festival.
“Estamos aquí pa’ llevarte
a un tremendo parrandón”
“Toma tus cosas y parte
con nosotras al fiestón”.
Pero Itz que es muy responsable,
de inmediato se negó.
“Trabajo en despacho contable”,
“Aquí no se vive” –afirmó.
Las dos ancianas al tiempo,
soltaron la carcajada,
“¡Requieres un pasatiempo!”
“¡Es dura la desvelada!”.
El chico, ya un poco alterado,
les pidió que se marcharan.
“Aún no estoy tan cansado”
“No paro aunque me mataran”.
La muerte, en tono encendido,
responde a su atrevimiento:
“¿Y tú a qué crees que he venido?”
“’Vine a llevarte y no miento”.
“La primera chance era una fiesta,
la segunda era el panteón”
“Y si te pasas de la cuenta,
no tendrás más elección”.
Y aunque miedo Itzco no tiene,
la escucha con atención:
“Tienes gente que te quiere
y necesita tu aportación”.
“Sólo una cosa te digo”
–Aseveró la mujer.
“Así pronto estarás rendido,
y acabarás en mi poder”.
Itzco agarró bien la onda,
Diciendo: “Chingue su madre”.
Y con actitud muy oronda,
se fue a pasear con la comadre.
Se tomaron unos pulques
y se fueron a bailar.
Itz le prometió a su amiga
que ya iba a descansar;
pues sino el descanso vendría
cuando lo fueran a enterrar.